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Nada es imposible para Miguel, un músico ciego que siente y ama la música

Miguel quedó ciego al nacer, tras sufrir graves daños en el parto

La música es para él su principal refugio: ni la falta de visión, ni la movilidad reducida que sufre han supuesto un impedimento para tocar diferentes instrumentos

Son las cinco y media de la tarde cuando Carmen me abre las puertas de su casa. Me guía hasta el despacho de su hijo Miguel, donde está esperándome. Me recibe con entusiasmo y disposición, una actitud que mantendría durante más de tres horas que estuvimos conversando. La historia de Miguel con la música empieza desde muy temprano pero antes debemos remontarnos al momento en el que Miguel llega al mundo, en 1982: “Nací prematuro, me tuvieron un día sin entubar. Eso provocó una lesión cerebral que me afectó a la movilidad de piernas y manos. Cuando me pusieron oxígeno al día siguiente de nacer para intentar revertir esos daños, me quemaron los ojos y quedé ciego, cuenta Miguel. Inmediatamente conecto con él, con la fragilidad que supone llegar al mundo mucho antes de estar formados. Ambos nacimos, aproximadamente, a los seis meses de gestación, aunque en mi caso en 1995, trece años después del nacimiento de Miguel. Esto supone infinidad de avances para los recién nacidos prematuros.

Lo cierto es que, en aquel momento, los médicos no fueron conscientes de los daños ocasionados y afirmaron que Miguel se encontraba en perfectas condiciones, pero sus padres se dieron cuenta de que algo no iba bien. Tras varias pruebas, uno de los médicos les dijo: Conformaros con que os reconozca como padres, relata Miguel.

Sus padres, sin embargo, no se resignaron. Carmen, su madre, hizo todo lo posible para estimular a su hijo desde muy pronto y la música jugó un papel fundamental: “Cuando me dijeron que iba a ser un vegetal, yo les dije que eso estaría por ver. Cuando Miguel tenía meses, lo sentaba delante de un pequeño órgano que teníamos para que pudiese entretenerse y moverse”, recuerda Carmen. Es fácil emocionarse escuchándola. Evité intervenir para que pudiese contar cómo fue vivir esos primeros meses, en los que parecía que las malas noticias no iban a cesar nunca. Conocer tantas luchas a las que se han tenido que enfrentar, tanto Miguel como sus padres, es duro. Me invaden sentimientos de rabia y de impotencia, pero en esta historia también hay lugar para la esperanza.

Cuando Miguel tenía tres años ocurrió algo que supondría un antes y un después en su vida y también en la de su familia: tocó una melodía con ese órgano. En un primer momento no creyeron que fuera posible y buscaron desesperadamente un inexistente botón de grabación. No pensaban que esa melodía la pudiera haber tocado Miguel, pero lo cierto es que sí que lo hizo y esa fue tan solo la primera de muchas que vendrían después. Desde ese instante, la música ha ido cobrando cada vez más importancia en su vida.

“A los dos o tres años, yo ni siquiera podía pasar las hojas de un libro. El tocar diferentes instrumentos ha sido una medicina. La música es además algo que une, que me ha hecho conocer mucha gente”, asegura Miguel. A día de hoy, este cartagenero no solo toca el piano, sino que también el arpa y el acordeón e incluso también se atrevió con la gaita. Le entusiasma la música en sentido amplio. En su despacho, Miguel me muestra piezas musicales de diferentes partes del mundo: el folclore, la música tradicional, es un tema que le apasiona y se hace patente por cómo lo cuenta. Me sorprende la gran cantidad de conocimientos que tiene Miguel y también la rapidez con la que maneja su ordenador, que lee en voz alta todas las acciones que va realizando con ayuda del teclado. Con él, sin duda, se cumple el dicho de Más hace el que quiere, que el que puede”.

A lo largo de su vida, esa pasión ha hecho que Miguel Alcantud pase por diferentes bandas de música y también por grupos de música antigua, como ‘La Ziringalla’, con el que llegó a grabar un álbum de estudio.

Aunque desde que la música le acompaña, la vida de Miguel ha dado un giro radical, lo cierto es que tanto él como sus padres se han encontrado con infinidad de trabas y situaciones muy difíciles: desde las negligencias médicas que han tenido que enfrentar, al rechazo en el conservatorio. La época educativa de Miguel, desde el colegio hasta el instituto, también está llena de luces y sombras: profesores que dudaban de sus capacidades o que veían en él un problema, en contraste con otros que no solo le animaban, sino que se implicaban realmente en conocer a Miguel y descubrir su potencial. Me sorprende especialmente la insensibilidad y falta de empatía dentro del sistema educativo. Miguel y su madre comparten conmigo infinidad de experiencias que, a día de hoy y afortunadamente, me resultan inconcebibles. Pienso, sin temor a equivocarme, que son precisamente las personas como Miguel y sus padres, quienes han abierto camino y nos han invitado a todos a la reflexión y la inclusión. Han hecho de este mundo, un lugar mejor.

Tras rechazar estudiar Derecho y apostar decididamente por la música, recientemente Miguel se encontró un nuevo bache en su vida: el cáncer. Enfermedad que ya ha superado y que no le impidió seguir haciendo música. De hecho, a pesar de las largas horas de quimioterapia, realizó una actuación en el Auditorio de Murcia porque cree firmemente que a través de la música está haciendo algo útil para la sociedad: hacernos ver que, en ocasiones, los límites están solo en nuestra mente

“Agradezco a Tomás y a todo el equipo de Iberpiano la posibilidad de ofrecer este recital musical para que la gente vea que no hay barreras”.

Este artículo no podía llamarse de otra forma: Miguel es el ejemplo de que nada es imposible y quiere compartirlo con el resto. El próximo viernes 30 de septiembre, Miguel Alcantud nos regalará una experiencia única a través de sus vivencias y su forma de hacer música. 

Entrevista realizada el 19 de septiembre de 2022

Lolo Gómez, responsable de comunicación de Iberpiano

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