La música no es solo la combinación de una melodía, un ritmo y una armonía. Dejando a un lado esta definición puramente conceptual, la música constituye una conjunción perfecta de los sentimientos y los sentidos del ser humano. Es ese sonido que acompaña los momentos más interesantes de nuestras películas favoritas, haciendo que sean inolvidables y perduren en nuestra memoria para siempre. Es esa melodía que ameniza los viajes en coche y las largas tardes de lluvia.
Ante todo, es la posibilidad de tocar un instrumento y de experimentar todos los beneficios que esta actividad nos aporta; entre ellos, la mejora de las capacidades cognitivas y sociales, a través de un mayor desarrollo de las habilidades del lenguaje, la memoria, la conducta y la inteligencia espacial (capacidad para percibir de forma detallada el mundo y formar imágenes mentales de los objetos).
Platón, Beethoven y Edgar Allan Poe, respectivamente, definieron la música así:
La música da alma al universo, alas a la mente, vuelo a la imaginación, consuelo a la tristeza, y vida y alegría a todas las cosas.
La música es la tierra eléctrica en la que el espíritu vive, piensa y se inventa.
La música, cuando va acompañada de una idea placentera, es poesía.
Un filósofo, un compositor y un escritor; tres representantes de diferentes ámbitos del saber cultural, que coinciden en ensalzar la música como uno de los principales pilares de la educación del ser humano.