Descubrir nuestra música interior
La propia voz es nuestra música más inmediata, alimenta nuestra conciencia y nos hace personas. Nos conocemos cuando nos escuchamos internamente. Con la voz articulada, con el lenguaje accedemos al pensamiento, tomamos conciencia del oído y nos situamos en el mundo. Escuchar es una experiencia exclusiva y personalísima, cognitiva y emocional, reflexiva e intuitiva. El oído tiene profundas conexiones neurológicas con todo nuestro sistema nervioso y nos provoca fuertes reacciones emocionales. Y no solo escuchamos nuestro interior, sino también el mundo que nos rodea. El oído es el sentido que antes se despierta, desde la gestación, y del cual obtenemos la mayor información. Casi todo lo que sabemos, es “de oídas”. Porque nos lo han contado y porque nos los creemos.
Desde tiempos ancestrales estamos condicionados para detectar cualquier amenaza sonora y ponernos en guardia. Nuestro campo auditivo es mucho más amplio que el visual y comprende 360º en todas las direcciones, mientras que la visión solo es frontal. Todos conocemos ese escalofrío que nos produce cualquier rumor que se nos acerque por detrás, fuera del campo visual. Esa reacción automática pudo salvar a nuestros ancestros de caer en las garras de sus depredadores. La música tampoco se ve. Desde su invisibilidad juega con respuestas reflejas o adquiridas, que tienen que ver con la anticipación o con la sorpresa, con la confirmación o refutación de expectativas. Por eso, la música nos sigue despertando escalofríos ante lo maravilloso. Es magia, porque nace más allá de lo que vemos.
Si además de escuchar, hacemos música, descubrimos la felicidad de encontrarnos con nosotros mismos, de jugar con las emociones desde la acción, de tener el control, de conquistar espacios de mayor libertad. Es una vocación que nos enfrenta a nuevos retos. A veces nos puede embriagar con expectativas inalcanzables generando frustraciones. Pero es fácil evitarlas. Si cada uno escucha atentamente, encontrará en su interior las respuestas y descubrirá su camino: en sus emociones, en sus pensamientos, en su cuerpo, en sus gestos, en su música; en sus facultades y en sus limitaciones. La música nos revela más allá del reflejo superficial que devuelven las imágenes y los espejos.
Por Víctor Pliego de Andrés
Catedrático de Historia de la Música del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid.