La armonía del futuro
La música es un modelo de perfección universal, con un amplio recorrido en nuestra tradición cultural. En ella todo encaja maravillosamente: afinación, ritmo, armonía, etc. Y por eso exige la máxima calidad a sus profesos, los músicos, que siempre se quieren superar, para subir por la escalera del Parnaso, o sea, al cielo. Y no puede ser de otra manera, pues la música nos invita a conquistar un mundo mejor, justo y armonioso. La música satisface nuestro anhelo de perfección. El ideal al que aspiramos no es la belleza pétrea de otros tiempos, no es una meta, sino un camino que requiere una constante búsqueda. Como el viaje a Ítaca, que debe durar muchos años, asumiendo riesgos e incertidumbres, derrotas y arrepentimientos que bien gestionados no darán alas. El arte tiene su secreto en la creatividad, en la capacidad, no solo de crear obras, sino de abrir vías por las que reinventarnos. El mayor acto creativo consiste en transformar nuestros procesos, como requisito previo para transformarnos y para transformar lo que nos rodea. Nuestros predecesores lo han hecho repetidamente. La creatividad y la pedagogía han demostrado que los procesos importan mucho más que los resultados. Y la música es siempre proceso; cuando llega la doble barra final, se desvanece en el silencio.
La educación es un camino a la libertad, hacia a esa utopía que como el horizonte, se aleja al ritmo de nuestros pasos y nos hace caminar. En mi lista de reivindicaciones consta aumentar la presencia de la música, de las artes y de la creatividad en todos los niveles de la enseñanza. Creo que por esa senda avanzaremos en la construcción de realidades personales, emocionales, sociales y vitales que nos hagan mejores y más felices. Sueño con un futuro lleno de música para todos, con conservatorios convertidos en universidades de las artes, con más recursos para la educación, con más creación y menos asignaturas. Y busco mi sueño escuchando en mi interior y escuchando a los demás, para cantar a la vida, querernos más y lazarnos juntos a esta gran aventura. ¡Qué suene la música!
Por Víctor Pliego de Andrés
Catedrático de Historia de la Música del Real Conservatorio de Música de Madrid.